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Una joven saca una foto en el BBK Live.
Fotos en propia meta

Fotos en propia meta

De pronto el mundo es eso que queda tras el grupo que sonríe y pone caras. Bienvenidos a la edad del 'selfie'

Pablo Martínez Zarracina

Lunes, 14 de julio 2014, 00:22

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Una vez terminado el BBK Live, podemos empezar con las conclusiones. Por ejemplo: se calcula que estos días ha habido 120.000 personas en Kobetas. Yo he frecuentado esas alturas y calculo que, de ellas, 119.500 estaban allí arriba haciéndose sobre todo 'selfies', es decir, buscando la autofoto de grupo con reconocible fondo de concierto multitudinario. Cuidado, no es un empeño sencillo. Se sabe que las composiciones colectivas encierran mucha complicación. Ahí están 'Las Meninas' con su indudable prestigio.

Esa dificultad del retrato colectivo explica que no suela salir bien el 'selfie' a la primera. Y que haya que repetir la foto varias veces, muchas veces, cientos de veces, hasta que todos los amigos queden satisfechos con sus respectivos caretos, que deben ser graciosos y casuales, pero también presentables. Y además tiene que quedar bien la captura del fondo, claro. Por lo que pude comprobar, no servía el 'selfie' en Kobetas si no se veía en él claramente que los protagonistas estaban efectivamente en Kobetas, entre miles de personas, molando mucho, asistiendo al concierto prestigioso.

La verdad es que hubo un momento en el BBK Live en que yo dejé de atender a los conciertos para atender a los 'selfies' que se hacía la gente a mi alrededor. Se imponía la necesidad de entender el fenómeno, que contiene en sí mismo una cierta incoherencia. Porque parecía claro que la gente que posaba intentaba transmitir el siguiente mensaje con sus fotos: "Míranos aquí, disfrutando como locos del concierto de Franz Ferdinand".

Sin embargo, a mí me parecía que un receptor poco impresionable sacaría conclusiones muy distintas al ver aquellas fotos. Algo como: "Bueno, os veo haciendo muchos esfuerzos para entrar todos en la pantalla de un telefonito mientras le dais la espalda al escenario donde se supone que están los Franz Ferdinand". Todo, ya se ve, es un poco raro. Como lo era que no dejase la gente de sacarse fotos en Kobetas mientras yo daba vueltas con las manos a la espalda y el ceño fruncido, reflexionando a fondo sobre el sentido último del 'selfie'.

Mientras todo esto ocurría, en el escenario, Alex Kapranos, el cantante de Franz Ferdinand, pegaba saltos y soltaba guitarrazos, como intentando que alguien le hiciese caso. Fue la suya una actitud bastante infantil y descortés. ¿No veía que la gente estaba intentando salir bien en las fotos? Yo creo que los músicos añoran los viejos tiempos, cuando el público seguía atentamente cada uno de sus movimientos, aunque fuese solo para acertarles después con las botellas.

'Selfies' inocentes y festivos

En cualquier caso, hay que reconocer que los 'selfies' del BBK Live han sido inocentes y festivos. Dentro de lo que cabe. Lo digo porque parece que la moda está comenzando a volverse una epidemia. Una epidemia narcisista y estúpida, por momentos increíble. Hace unos días leíamos en el 'New Yorker' que la peña está subiendo a Twitter e Instagram autorretratos haciendo el chorra en sitios como Auschwitz. Como lo oyen. También mostraba la revista el Facebook de unas adolescentes que posaban como estrellas del pop... en Treblinka. Aunque no sé si lo peor eran las adolescentes o los comentarios que cosechaban aquellas fotos en el campo de exterminio. Cosas como: "Dios mío, bellezas!"

Tampoco estuvo mal, por supuesto, el corredor que el otro día se hizo unas fotos en el encierro de San Fermín, pero no en un balcón, sino a la carrera, en la cara misma de un toro de Jandilla. No ha sido el único comportamiento humano de este pelo que hemos visto por aquí últimamente. La televisión mostró cómo una mujer iba sacándose fotos en el pasamanos que siguió a la proclamación de Felipe VI. Había ya solo una persona entre ella y los reyes y la mujer no dejaba de darle al telefonito. Imaginamos que Felipe VI, estando como están las cosas, prefirió no comenzar su reinado con una ejecución. También la hubiera merecido otra mujer que hizo más o menos lo mismo, pero en un lugar aún más incomprensible: la capilla ardiente de Di Stefano. Cuando la vi en televisión, fotografiándose sonriente junto al féretro, tuve una especie de revelación. Van a volver a volar los puños contra los fotógrafos. Pero ya no van a cobrar solo los 'paparazzi'.

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