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Luis Gómez
Domingo, 12 de marzo 2017, 02:51
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En un Bilbao cada vez más 'cool' que se reinventa continuamente con establecimientos de hostelería ultramodernos, no hay barrio que se resista a contar con su local de moda. En el número 3 de la calle Aretxaga, sin embargo, muy cerca de donde durante años funcionó el mítico El Perro Chico del añorado Santi Díez, han desistido de tanta vanguardia y echado la vista atrás para rescatar la esencia de las viejas tabernas. De locales auténticos, de los de verdad, nada impostados.
El Laterío palabra mexicana que define un conjunto de latas de conserva no es una tasca más. Ni siquiera es de las de Bilbao de toda la vida. Es igual a las que uno puede encontrarse en el corazón de la capital... portuguesa. Un primer vistazo descubre sus paredes de ladrillo rojo, casi descarnadas, y una decoración humilde. Por eso, según se va acercando uno a este local, surge una pregunta inevitable: ¿Estamos en Bilbao o en Lisboa? Y, sinceramente, no queda muy clara la cosa. La Ría no es el Tajo, pero sí que las aguas hosteleras se fusionan para dar una mezcla de lo más singular.
El local abrió a mediados del pasado febrero y el barrio bohemio por excelencia de la villa ya se ha apuntado el primer tanto. El bar sorprende por lo que es y ofrece: conservas del mar portuguesas oferta más de veinte variedades de latas diferentes a precios «populares». Lo hace en un escenario castizo: una antigua chatarrería cuya reforma despide todavía el lógico olor a nuevo, que contrasta con una estética muy popular de aire vintage. El proyecto cristaliza el sueño y los innumerables viajes que en los últimos años han realizado a Lisboa Fernando Sanz y Tensi Sánchez. Tenían claro que su apuesta debía recoger el sabor, carácter y estilo de las tascas de pescadores del Barrio Alto lisboeta, donde los vasos de 'vinho' verde y las copitas de Oporto corren alegremente por las barras.
Los promotores se inspiraron en 'Sol e Pesca', una de las tabernas con más solera del país. Esta pareja de publicistas y agitadores de la vida social cuentan que han dado forma a un concepto de hostelería «sencillísimo». Han ejecutado una reforma «sin pretensiones» y con un presupuesto «muy ajustado» en un espacio de 80 metros cuadrados que conserva las antiguas paredes de piedra. Es un bar pequeñito con vitrinas de madera ajada llenas de conservas que recuerda a las tiendas de ultramarinos. Sólo hay dos mesas en la trastienda, ambientada con muy poca luz. La que brindan un neón, dos faroles y algunas velas. Nada más.
Las viejas puertas de la chatarrería, irrecuperables para un negocio de hostelería que «debe cumplir con una exigente normativa», se han transformado en una coqueta alacena donde se muestran las coloristas y originalísimas latas. El suelo supone uno de los guiños más evidentes a Bilbao, decorado con su icónica baldosa. La cuidada estética proporciona un aire «canalla». Unos versos de Fernando Pessoa adornan el comedor y un par de remos rescatados de a saber qué puerto dan vida al pasillo. Un rudimentario banco de madera añade un plus de rusticidad. El encanto de lo usado.
Caballa, sardinas, bacalao y 'vinho' verde
Fernando y Tensi se felicitan por la «heterogeneidad» de la parroquia de fieles que han conseguido en menos de un mes. De momento, el local lo frecuentan cuadrillas de txikiteros, familias «con un toque hippie» y esa gente tan moderna y tan habitual de la zona de Marzana. «Podemos tener un sinfín de ambientes diferentes en un día», explican los dueños.
Los precios, recuerdan, ayudan lo suyo. Se pueden disfrutar de conservas desde 3,5 euros. Caballa, sardinas, bacalao y patés destacan en una carta donde predominan los productos de la característica industria conservera portuguesa, pero donde también cabe el producto del Cantábrico, con mejillones, almejas, caviar de erizo, huevas de merluza de pincho, berberechos o zamburiñas. «Todos han sido fabricados por pequeñas conserveras familiares», puntualizan. Eso en lo que al comer se refiere. El beber es otro cantar. No falta, por supuesto, la 'ginjinha', el aguardiente de guindas que tanto gusta a los portugueses, aunque también hay guiños a la coctelería con sabor local, como el 'Txakoli Spritz' .
Pero, en todo caso, lo mejor es dejar asesorarse por unos hosteleros que siempre tienen a mano ese pulpo de Tricana, aliñado con pimentón de la Vera y aceite de oliva virgen extra, o unas sardinas sin piel y sin espinas al aroma de humo.
Y, leído esto, desde El Laterío, o lo que es lo mismo del mar a la lata, esperan a los futuros clientes con un saludable 'Bem vindos'.
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