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Alex Txikon, en un momento de su intento de ascensión al Everest.
Txikon: «El miedo es un buen compañero de viaje: más de una vez me ha mantenido con vida»

Txikon: «El miedo es un buen compañero de viaje: más de una vez me ha mantenido con vida»

«Con un compañero de mi nivel y con el mismo compromiso que yo, creo que podríamos haberlo conseguido», dice el vizcaíno sobre su experiencia en el Everest

Fernando J. Pérez

Jueves, 9 de marzo 2017, 01:00

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La voz de Alex Txikon suena algo más apagada de lo habitual al otro lado del teléfono satélite. Y no es el cansancio físico. El alpinista vizcaíno transmite en sus palabras esa decepción del niño al que le han quitado un caramelo cuando estaba a punto de metérselo en la boca. Antes de viajar al Everest hubiera firmado sin dudar plantarse en el Collado Sur y estar en disposición de atacar la cima del Techo del Mundo apenas un mes después de llegar al campo base. Quizás probablemente por eso, por haber tenido la cumbre mucho más cerca de lo que había imaginado, la decepción al final ha sido mayor. El martes llegó incluso a pasar por su cabeza un ataque a cumbre en solitario, pero esa sangre fría que en tantas otras ocasiones le ha mantenido vivo en situaciones extremas volvió hacerse presente para tomar la única decisión posible: volver al campo base y dar por acabada la expedición.

¿Cómo se encuentra, físicamente y de ánimo?

Físicamente me encuentro muy bien, sorprendentemente. Creo que han pasado ya 75 días desde que salimos de casa y me encuentro mejor que nunca. Normalmente en las expediciones a partir de un tiempo se empieza a ir a menos, pero en este caso no me ha pasado. No sé si es por el nivel de concentración que he tenido o por qué pero estoy fenomenal. Y en la parte anímica qué te voy a decir... Que es una putada. Ahora mismo tengo sentimientos contradictorios, de rabia, de frustación. No sé... a veces me pregunto qué he hecho mal. Pero al final, si lo piensas friamente, la conclusión que me queda es que buena. Que piernas y pulmones no nos han faltado y que si no lo hemos conseguido ha sido exclusivamente por la meteorología. Pero aún así, te queda la sensación de que nos merecíamos algo más después de tantos días luchando. De 31 días trabajando por encima del campo base, con un desgaste brutal. Siempre intentado dar ejemplo al equipo de sherpas, porque desde el principio sentí que era la forma de ganarme su confianza y su respeto. De tener siempre un sonrisa ante ellos en los momentos difíciles. Y por eso al final te queda la sensación de que nos merecíamos algo más. Pero bueno, esto funciona así y ya sabíamos a lo que veníamos. Tengo 35 años, muchas expediciones a mis espaldas y no es la primera vez ni será la última.

¿Ha sido la expedición más dura?

Ha sido diferente a las otras... y quizá sí, la más dura. Aquí nos hemos movido en unos horarios y en unas condiciones muy límites. Hemos trabajado mucho de noche, teniendo en cuenta que es invierno. La vida en el campo base está bastante bien. Por la noche la temperatura bajaba hasta -20º o 25º, pero durante el día es un campo soleado, agradecido. El problema es en cuanto te metes en el glaciar y en la cascada del Khumbu. Entonces todo cambia y las condiciones son extremas. Te conviertes en un ser vivo más donde el único objetivo es sobrevivir, como las chovas que nos sobrevuelan o los zorros que merodean el CB. Y más arriba ni te cuento. Del campo 2 para arriba el sol no pega hasta las 11 de la mañana y a veces hemos salido a las 12 de la noche o 2 de la madrugada para arriba. Imagina lo que eso supone en horas de frío, de estar al límite de tu resistencia, a la sombra, con vientos fuertes, porque el viento nos ha soplado siempre. Siempre. Pese a estar siempre con la máscara, todavía me duele la cara, ¡joder!, las orejas, la nariz, del frío. Eso no me había pasado nunca. Subir al campo 4 del Everest para mí ha sido más difícil que hacer cima en el Nanga Parbat. Y sobre todo hay que dejar bien claro que las montañas de ocho mil metros en invierno no son como en temporada normal. Al que piense otra cosa le aseguro que no se trata de ponerte una rebequita más o unos guantes más gordos. Una invernal no tiene nada que ver con una normal. Ni la montaña es la misma aunque se llame igual.

Llegar al C4 lo compara a la cima del Nanga hace un año. Pero claro, en el Everest aún quedan casi ochocientos metros de desnivel. ¿Con esa experiencia y esas sensaciones, ¿cree que puede hacer el Everest en invierno y sin oxígeno?

La sensación que me queda es que hemos estado a la altura del Everest. Si el viento nos hubiese respetado un poco... Ten en cuenta que a ocho mil metros aun quedan casi novencientos más. Si en el Collado Sur estás ya a 50 bajo cero, qué puede haber más arriba. La conclusión es que hace falta tener un día bueno. Uno. No pido más. Con un día bueno de verdad se puede hacer la cumbre del Everest en invierno. Yo lo he sentido. Otra cosa es que llegués al campo 4 y tengamos un vendaval insoportable, como nos paso. Que no seamos capaces de montar una tienda entre 6 personas. Eso no me ha pasado en la vida. Y a las 5 de la tarde, a punto de anochecer. Evidentemente uno de los momentos más comprometidos de mi vida.

¿Ha sido un inverno especialmente duro?

No sé si más duro o no de lo normal. Lo que sí ha sido es muy ventoso. El lunes, por ejemplo, no te puedes hacer a la idea de las condiciones en que subimos al C2. Las ráfagas que había. Serían de 50 o 60 k/h., no mucho más. Y dirá la gente pues tampoco es para tanto... No sé si es para tanto o no, pero teníamos hasta las cremalleras congeladas. Había sudado un poquito y tenía congelada la ropa por dentro... Así el Everest es imposible. Pero como te digo esto, también te digo con un buen día es posible hacerlo.

¿En marzo no ha mejorado la meteo?

¡Que va! Al contrario. Quizás las temperaturas han subido un poco, pero la inestabilidad estaba siendo mucho mayor. Y las previsiones no estaban nada claras. Para el día 14 daban una posible ventana, pero antes iba a nevar mucho. No merecía la pena arriesgarse. La meteo nos ha castigado más en marzo que en enero y febrero.

¿Y el Everest cómo se ha portado?

Yo creo que ha sido amable con nosotros. Sin perder de vista que es la montaña más alta del planeta, pienso que se ha portado bastante bien. Pensaba que la Cascada de Hielo iba a ser mucho más estable y hemos tenido que trabajarla mucho, pero teniendo en cuenta todas las veces que hemos pasado por ella no ha pasado nada, así que por ese lado estoy contento.

El momento más difícil

¿El único momento en el que el Everest enseñó sus garras fue en la avalancha?

Sí. Y las enseñó de verdad. Ahí tuvimos una librada de cojones. Fue el momento más difícil de la expedición. Aunque si te digo la verdad casi ni nos dio tiempo a darnos cuenta de lo que pasó. De repente me vi cayendo. Me dejé llevar esperando el final, hasta que paré. La cuerda me frenó en seco y me quedé sin respiración. Así estuve tres o cuatro minutos recuperando el aire. Y cuando ya empezaba a sentirme mejor empezaron a caer las piedras... Pensé: «No me jodas hombre, salgo vivo de la caída y ahora me va a matar una piedra...» Que ni las veía. Solo las oía caer. Y allí me quedé de cara a la pendiente, con la mochila en la cabeza, esperando a que aquello parase o me diese alguna de lleno, viendo pasar rocas de 100 kilos al lado mío. Al final todo se saldó con la brecha de Nurbu y un par de golpes que tengo en los brazos, que todavía me duelen. Yo creo que libramos porque por encima de nosotros la pendiente hacía un pequeño balcón donde las piedras cogían vuelo. Y eso nos libró. Así que viendo lo que nos podía haber pasado, ni tan mal. Se puede decir que el Everest se ha portado hasta bien con nosotros.

¿Despué de ese susto no se planteó dar por finalizada la expedición?

Nooo. ¡Que va! Yo creo que tenemos que enfrentarnos a nuestros miedos. Son factores que no controlas pero de los que a mí me gusta sacar conclusiones para evitar que se repitan. Hubiera sido cobarde por nuestra parte abandonar por una avalancha. Sí que piensas joder menuda escapada pero hay que afrontar los problemas. Yo considero el miedo como un buen compañero de viaje. El miedo controlado claro. Y creo que más de una vez me ha mantenido con vida. Aunque si es verdad que esta vez fue un susto de cojones. Eso de caer cien metros sin saber si el mosquetón está chapado o no no se lo recomiendo a nadie. Pero bueno, son las cosas que luego te hacen valorar cada pequeño detalle de la vida. Dar gracias por esos buenos momentos que te da la vida.

Desde fuera la sensación que ha dado es que su relación con los sherpas ha sido de amor-odio.

Para nada. No sabes lo que he aprendido de ellos. A pensar como ellos, a utilizar sus trucos, sus referencias, ese sexto sentido que parece que tienen en la montaña. Estoy muy contento de todo lo que he aprendido de ellos. Y eso ha sido clave en muchos momentos. Me ha servido para entender cómo piensan. No tengo el menor reproche que hacer a mis compañeros de expedición. Todos han dado todo lo que tenían. Ten en cuenta que ellos son unos trabajadores de la montaña. Para mí esta podía ser la expedición de mi vida, pero para ellos era una más. Poe eso usaron oxígeno. Todos ellos van a volver aquí dentro de unas semanas, para trabajar para las comerciales, para poder dar de comer a sus familias. Yo no podía cargar con la responsabilidad de que les pasase algo por mi culpa, por forzarles más allá de sus límites o por intentar hacer algo por encima de su capacidad. La montaña es libertad y yo no podía obligar a nadie a ir para arriba o a hacer algo que no quiera. El nivel de compromiso de una expedición invernal es altísimo y desde ese punto de vista y viendo el trabajo que han hecho yo solo puedo estar orgulloso de lo que han hecho.

¿Con un compañero de cordada de su nivel hubiese logrado llegar a la cumbre del Everest?

Con un compañero de mi nivel ayer (por el martes) hubiera salido hacia la cumbre. Evidentemente no te puedo decir si lo habríamos logrado, pero al menos lo hubiéramos intentado.

¿En algún momento se planteó hacer el ataque a cumbre en solitario?

De hecho, ayer (por el martes) estuve a punto, a punto, de hacerlo. De irme para arriba yo solo. Al final no lo hice por la gente que me quiere, por los que están en casa esperándome y sé lo que sufren. Y desde luego porque era arriesgado. Muy arriesgado. La meteo estaba muy al límite. A ocho mil hubiésemos llegado, pero ahí para arriba... Pero con un compañero de cordada a mi nivel y con el mismo compromiso que yo creo que podríamos haberlo conseguido.

¿Ha sobrado la segunda parte de la expedición?

En absoluto. Esta expedición ha sido un aprendizaje para mí de principio a fin. Así lo dije antes de salir y así ha sido. Esta segunda parte desde luego no ha salido como esperaba, pero me ha servido para aprender y tomar nota de muchas cosas. Por ejemplo, que si volvemos la expedición tiene que ser entre enero y febrero. Marzo es un lotería meteorológicamente hablando.

¿Va a volver al Everest?

A mí me gustaría. Aunque también te digo una cosa: El hecho de no hacer un ochomil no significa que vaya a estar volviendo a la montaña hasta que lo consiga. Tengo 35 años y muchas ideas en la cabeza que no pasan por los ochomiles y, sinceramente, no me veo dentro de cinco o diez años pasando aquí un frío de cojones para subir una montaña que llevo 'nosecuantos' años intentado. Creo que en la vida hay muchas más cosas además de montañas de ocho mil metros y creo que va bastando ya lo de las invernales. Son experiencias increíbles, pero el desgaste y el compromiso que suponen es brutal, tanto física como mentalmente. Dicho esto, desde luego sí que me gustaría volver a intentarlo, porque la sensación con la que me voy es que no lo hemos intentado de verdad. No hemos salido del Collado Sur para arriba. Y me voy con esa espinita.

Se le nota un poco cansado de las invernales. ¿Es consecuencia del momento de decepción que vive o se trata de una reflexión realizada con la cabeza fría?

Es una reflexión muy meditada. De verdad que tengo claro que dentro de 10 años no voy a seguir metido en esto de los ochomiles. Pero no ahora. Es algo que siempre he tenido claro. Yo creo que la vida tiene sus fases y es algo que yo voy a respetar. Tengo 35 años y llevo desde los 20 en esto. No quiero pasarme la vida de morrena en morrena. De verdad, creo que en la vida hay otras cosas y hay etapas. Y cada cosa tiene su momento. Desde luego quiero seguir unos años más en esto y hacer algo bonito, que me deje un buen sabor de boca, pero con fecha de caducidad. Me gustaría disfrutar de otras cosas de la vida. Y mira que me siento fuerte como nunca. Y me conozco mejor que nunca, pero sinceramente no me gustaría eternizarme en esto.

¿Con la cumbre en el bolsillo habría hecho esta misma reflexión?

Sí. De verdad que sí. No es algo que haya decidido ahora. Es algo que pienso desde siempre. A ver, que no estoy diciendo que mañana voy a colgar los crampones. Todavía tengo recorrido en este mundo, e ilusión por hacer cosas, pero desde luego sí que le pongo fecha de caducidad. Ahora mismo estoy más enamorado que nunca de las montañas y de lo que hago, pero tengo ese sentimiento. De que no voy a estar siempre arriesgado la vida de morrena en morrena.

¿Qué balance hace de la expedición?

Solo puede ser positivo. El trabajo ha sido increíble. Hemos pasado 31 días por encima del campo base, hemos hecho 70.000 metros de desnivel positivo... Antes de salir no tenía claro ni que íbamos a llegar a ocho mil metros, y en apenas un mes nos plantamos allí arriba. Entonces es cuando quieres algo más. Pero el balance solo puede ser bueno. Hemos aprendido mucho y vamos a ver si podemos hacer una segunda expedición para redondear el trabajo. Como ya hicimos en el Nanga Parbat.

¿Con la expedición acabada cambiaría algo de ella si pudiera dar marcha atrás?

Seguramente la hubiese planteado para que los sherpas no se hubiesen desgastado tanto en la parte inicial para que en los momentos decisivos hubiese estado conmigo el equipo del principio. En todo caso, me vuelvo con la sensación de que tengo el Everest en mis pies y en mis pulmones. De que se nos ha resistido no por la montaña en sí, sino por un elemento externo como la meteorología. Que desde luego en esta época tiene la misma importancia que la propia dificultad técnica de la montaña y es el juego que acepto, pero esa es la sensación agridulce con la que me vuelvo a casa.

Del Nanga Parbat volvió con una bonita nariz negra. ¿De esta traerá también algún recuerdo físico?

Cuando llegue vais a ver un bonito cadáver, finito y bien conservado... (risas) Me he quedado en perfectas condiciones para hacer escalada en roca. Creo que me voy a poder poner los pies de gato nada más llegar, con mucho dolor pero me los podré poner. En todo caso, nada que unas buenas alubiadas de mi madre pueda pueda solucionar.

En unas semana el Everest será un hevidero. ¿Como se siente habiendo tenido la montaña más alta del mundo para uno solo?

He disfrutado como un niño con zapatos nuevos. Moviéndome solo en esta inmensidad, descubriendo pequeños rincones increíbles... Eso no tiene precio. Y pensar que dentro de apenas un mes esto se convertirá en una pequeña ciudad de más de mil persons y la ruta por la que hemos subido y bajado en una escalera mecánica con cientos de montañeros la verdad es que me da bastante pena.

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